lunes, 14 de septiembre de 2009

La belleza de lo efímero

"Lo bueno, si breve, dos veces bueno". Y lo bello, si efímero, doblemente apreciado.

La belleza es, de hecho, intrínsicamente pasajera, como lo es cualquier estado del espíritu. Como lo es ese sentimiento al que gustamos de llamar amor, pero que casi siempre es otra cosa.


El amor lo abarca todo, es eterno, o tal vez intemporal. Es infinitamente generoso, indescriptiblemente poderoso, irreductible. El amor es, ha sido y será, siempre amor, sólo amor, inmutable. Lo que es efímero son las experiencias con las que pretendemos identificarlo. Son rosas vanas gongorinas, tan bellas como fugaces.






Transformaciones


La vida fue, por una vez,
amable y generosa.
Enjugó mi llanto
y me entregó una rosa.
Yo nunca esperé tanto.
Transformó el gusano en mariposa.

Sin duda he de creer
que el alquímico hechizo
que en oro torna el plomo,
en mí, por ti lo hizo.
Y nunca sabré como
ni cuándo me tomé ese bebedizo.

De tus labios debió ser
en el amanecer de tu sonrisa.
La estrella de tus ojos
me dibuja sin prisa.
Yo bendigo ese antojo.
Lo que un día fue huracán es ahora brisa.


Así nos transforma eso que llamamos amor, aunque al cabo de unos pocos años, puede que meses, ya solo nos queden unos cuantos pétalos de rosa para testificar lo que fue y hemos perdido.



Pétalos de rosa

Pétalos de rosa en un libro guardados.
Taciturnos guardianes de secretos anhelos,
de inconfesables sueños al viento proclamados.
Hoy secos y oscuros, fueron un día el vuelo
de un corazón henchido de fuego enamorado.

Pinceladas de vida sus matices perversos,
los ecos de otros tiempos que evocan estas hojas.
¿A cuantas reinas más dedicaste tus versos?
¿Quién, como yo, sintió morir su rosa roja
en la explosión de amor de un naciente universo?

Cuánta belleza emana de este dolor que encierra
liberar el recuerdo de aquella otra alegría.
Aquí late el amor como un tambor de guerra.
Un día me llamaste pequeña reina mía
y fui tu reina, y fui la reina de la Tierra.


Escribí estos dos poemas en un antes y un después de la decepción. El amor no tuvo nada que ver con ello, a pesar de que la primera tentación de muchos será seguramente llamarlos poemas de amor.


Rosa Vana (Luis de Góngora)


Ayer naciste, y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida?
Y, ¿para no ser nada estás lozana?

Si te engañó su hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.

Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.


No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para la vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.


Ya besando unas manos cristalinas,
ya anudándose a un blanco y liso cuello,
ya esparciendo por él aquel cabello
que Amor sacó entre el oro de sus minas,


ya quebrando en aquellas perlas finas
palabras dulces mil sin merecello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,


estaba, oh, claro sol envidioso,
cuando tu luz, hiriéndome los ojos,
mató mi gloria y acabó mi suerte.


Si el cielo ya no es menos poderoso,
porque no den los suyos más enojos,
rayos, como a tu hijo, te den muerte.